Y entonces pasa, pasa que lo conoces, que sientes que solo él te llena… no una media naranja no, una naranja entera. Le hablas, te responde, y se te cae el mundo encima. Imaginas, sientes… todo lo que darías por estar con él, por que las cosas no fueran tan difíciles. Su mirada entre tantas miradas. Pero tú solo vez la suya, solo él. Y entonces te acercas, o acaso ¿eso es lo que crees? Y el pesimismo reina. Pero también la alegría. Las vanas y ciegas esperanzas, el ¨ tal vez algún día ¨, sólo un ¨ tal vez ¨. Y sientes ese cosquilleo, y tus amigas parecen más amigas que nunca. Y abandonas tu lugar, y viajas vagamente hasta donde él se encuentra. T u naranja entera. Esa persona que sientes tan normal, tan conocida, con la que puedes hacer todo lo que sin ella harías. Y miras las estrellas, miras la luz de la luna y el pesimismo se larga, se va a dar un paseo. Y piensas que ojala ese paseo fuera bien largo, ojala que no volviera. Y si vuelve, si llegase a volver, se encontraría mi puerta cerrada. Por que no cabe. No cabe más pesimismo en mí. No es bienvenido.
Y una noche. Y una mañana. Y todo por hacer. Todo por pensar. Su piel en tu cabeza, sus dedos, sus ojos… sus palabras. Sus palabras. Aquellas que te consiguieron. Aquellas que te enamoraron. Y es verdad, todo cambia. Pero a veces las cosas vuelven a su lugar. Y no olvidas lo que viviste. Y sentirte extraña en un mundo raro o tal vez rara en un mundo extraño. Y volvemos a empezar, ¿que tal? Y sin saber donde mirar. Y te sientes insignificante, y sabes incluso que no lo eres. Que puede que seas más de lo que crees. Y el pesimismo amenaza con volver, pero no entrará. Mi puerta no se abre, la cerré con llave. Y tengo lo que tengo. Debo lo que debo. Quiero lo que quiero. Y razones coherentes. Y noches extrañas. Noches de sonrisas pero a la vez de lágrimas. Lágrimas sanas. Lágrimas de estúpida felicidad, de vago optimismo. Des cosquillas inquietas. Noches solas pero de compañía. Noches de ¨ tal vez ¨. Noches de ¨ puede ser ¨. Y no sabes olvidarte de porqué le quisiste tanto y por que le querrás más. Y su sonrisa, su boca, sus labios. Aquellos que deben de ser insaciables. Aquellos que sueñas con morder. Y noche. Más noche. Noche profunda. Noche de pesadillas… y eres la pesadilla que cada noche me muerde la boca. Te vuelves bipolar. Sonríes. Entristeces. Y parece que no le importas. A ti te lo parece. Pero puede que no sea así. La incredulidad vino para ocupar el pequeño, el estrecho sitio del pesimismo. ¨ Y sin querer no quise, no conseguí, no hice, dejarlo todo a un lado ¨.
Buscas otro mundo, vives. No olvidas. No arriesgas. Deberías de haber arriesgado. ¨ Y allí quedó conmigo un corazón dormido, dejando de latir, intenta seguir y se apaga ¨. Y me faltaron versos. Me faltaron noches. Me faltaron pesadillas, cosquillas ilusiones… Una última línea, juntos. Y estando tan cerca, lo sientes tan distante. Y tal vez, estando tan lejos, le sientes tan cerca. Y parece que fuera ayer.
Y me pierdo. Y me encuentro. Y avanzo. Y no paro. Y escribes gilipolleces.
Entonces suena esa canción. Esa capaz de romper toda tu estabilidad. Y cambias. Y sigues. Y no paras. Y entre nubes caminas, a la deriva. Y despiertas entre nubes, todavía.
Hablas sin hablar. Piensas sin pensar. Sonríes.
Quién negó que un te quiero es para siempre, tal vez, no aprendió a soñar. A vivir entre nubes. Y no imaginas vivir más allá de dos centímetros de donde estás. Y te montas tu película.
¨ No buscaba más que verle, y nadie más ciega que yo ¨. Y la verdad era la duda. No haces vida en el presente y todo te recuerda a él. Y no está lejos, Pero aún así no está. Y dejas correr el tiempo. Sabes que puedes hacerlo. Que no hay sentimiento mayor que querer librarse una vez de todo aquello que soñaste, y por lo que viviste. Y recuerdas. Y miras dónde has sido. Y comprendes que la vida no es tan compleja. Que la vida es fácil. Solo hay que vivirla. Y retrocedes en el tiempo y vuelves al presente. Y ves todo lo que ha cambiado. Todo lo que pudo ser y no fue. Por no arriesgarse. Por pensar demasiado. Movida por el pesimismo que ya no estaba, por la ilusión que te movía a pensar en el pesimismo.
Y dicen que el hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed, y habla sin tener nada que decir.
Y es el único que entristece sin tener razones para ello.
Y vuelves. Sonríes. Piensas. Haces el inventario y tiras todo lo que no te sirve. Y se va todo. Y vuelve de nuevo. Y vuelves a ser feliz. Y por una simple tontería, dejaste de serlo alguna vez. Sin razones para ello.
Y lo ves de nuevo. A tu naranja entera. Vuelves a ver su mirada entre todas las que había. Él vuelve a ver la tuya.
¿Dónde has estado tanto tiempo?
Muriendo vanamente, sin razones para ello.
Y lo sientes, vuelves a sentirlo. No hay otro. No hay otros labios. Otros ojos. Otras miradas. Otra piel. Otras pesadillas. Otras noches. No hay más. No ves más.
Un mal sueño será que fue. Inventado sólo con palabras. Tus palabras. Y esta vez no hay trampa ni cartón. Jodido subconsciente.
Y abres los ojos que tanto tiempo has tenido cerrados. Todo pasó en unos minutos. Como una película de tu vida. Que sólo te muestra las consecuencias que tendrás. Que te muestra que sueñas más despierta que dormida. Y sonríes. Y la vida vuelve a tu mirar. Y la luz vuelve a tu sonrisa. Y le miras. Y sabes que te arriesgarás y que no volverás a dormir.
Y entonces eres feliz, como nunca lo has sido. Más que todas las veces. Porque sabes que no hay nadie que te pueda hacer mas feliz, que te pueda llenar tanto como tu misma.
Que nadie te puede entristecer más que tu propio subconsciente.
Y sabes que es persona es la de siempre. Tu mitad. Tu naranja entera. Tu media vida. Y tal vez, solo tal vez, tu seas la suya.